El grupo de los Coaches de Desafío vuelve a sesionar el lunes recién pasado, esta vez en casa de Mauricio, siendo uno de los temas a tratar, un documento con la exposición "Empresa y Felicidad" de Stefano Zamagni.
Aplicamos el método Desafío de conversación, que consiste en darle la palabra a cada uno por turnos, de manera que dijera lo que quisiera decir en relación a la materia a tratar, que consistía en qué veía él como observador del documento de Zamagni, que oportunidades veía, que se le removía.
Santo remedio, excelente método. Cuidamos de no interrumpirnos unos a otros, sabiendo que vendría nuestro turno de decir, de lo nuestro, de lo que habíamos escuchado a otro y que queríamos comentar.
Tres vueltas dimos entre los seis asistentes ese día, así que tres veces cada uno habló, y el resultado fue celebrado pues vimos que aparte de escuchar donde cada uno ponía los acentos de lo que veía en el documento, volvimos a constatar como en nuestras exposiciones más nos revelábamos nosotros mismos frente a los demás, por el tipo de observador que somos.
Me pareció potente el poder mirar a la empresa como un cuerpo social enfocado en la felicidad de la comunidad a la que sirve, más que solo orientada al beneficio económico de los accionistas, que viene siendo el mantra único de los tiempos que corren.
Mirar el fenómeno de la felicidad y abrirlo en sus dimensiones material, socio-relacional, como en la dimensión espiritual, y verla semejante al proceso de florecer de una planta, me pareció relevante.
Ver a la empresa como un organismo vivo, como una planta, más que como un edificio o una construcción, y rescatar el origen de la palabra Corporación como a lo que apunta, el de un cuerpo social.
Y mirar este cuerpo social como un organismo a cuidar, en todas las dimensiones que la felicidad mira.
Y de ello emerge la Responsabilidad Social o RSE, como una extensión o quizás completando ese enfoque tras la felicidad y el bien común, incluidas las comunidades aledañas, los clientes, los proveedores, los colaboradores, sin que los shareholders o accionistas se roben toda la atención y poder.
Este documento, este discurso de una voz de un representante de la iglesia que es Zamagni, refuerza el poner a la persona en el centro de nuestra mirada reflexiva, de nuestra preocupación, del sentido de lo que la empresa hace.
Tomar conciencia que la manera en que organizamos la empresa y sus procesos, afecta significativamente el desarrollo o no, del carácter de la persona que trabaja ahí.
Mirar a la persona con esa mirada fraterna, que ve en el otro a un igual, cuyo crecimiento, cuya carrera profesional, me es importante, significativa y relevante incluso para el éxito y sobre-vivencia de la empresa, pues mientras más feliz esté esa persona en lo que hace, más de su conocimiento, incluido su conocimiento tácito, será un aporte vivo para la organización.
Intuyo la posibilidad de que esta mirada humanizante de la empresa, preocupada de la felicidad de su comunidad, izará banderas de causas épicas que tanto hacen falta para dar sentido y emoción a su quehacer.
Distinguir entre empresarios destructivos, improductivos, de los productivos, que son lo que ganan y hacen ganar a quienes transan con ellos, puso la ética en su correcto lugar, para saber en que está la diferencia cuando nos toca hacer elecciones. ¿Lo que hago suma para mi y ... también para el otro?
Visto de esta forma reposiciona al lucro, la ganancia, en una ubicación que me tranquiliza, cuando cuido de no explotar a mis stakehoders o colaboradores, sino en hacerlo consciente que estoy pidiendo y dando valor a cambio. Y valor justo, un término más discutible.
Y finalmente, ver el trabajo como aquello que dignifica a la persona, pues lo pone a continuar el trabajo de creación de Dios, tanto de si mismo, como del entorno, social y ecológico.
Las empresas tienen que desempeñar un rol en el continuo desarrollo y capacitación de su gente para no caer ellos en la categoría de "precarios" que señala Zamagni, que es cuando las tecnologías vigentes dejaron obsoleto el aprendizaje de la persona y queda prácticamente inutilizada, con las consecuencias que ello conlleva de autoestima, dignidad de la persona e impacto en la familia y la crianza de los hijos al final de cuentas.
Termino celebrando esa interpretación que nos trae Zamagni, del dinero y la riqueza como agua de un recipiente, que cuando se la usa, se la extrae para consumo, un mecanismo surte nueva agua, impidiendo ello que el agua permanezca estancada y se pudra.
A mover la riqueza entonces, poniendo el foco en completar la creación del cuerpo social que somos, con la persona en el centro.
Celebro pertenecer a este grupo, que efectivamente se está convirtiendo en una comunidad de aprendizaje fraterno.